La mayoría de las personas que se acercan a mi clase de Tai Chi buscan un ejercicio de relajación. Se sienten tensos, estresados. Han escuchado que el Tai Chi es algo que ayuda a relajarse y sentirse mejor, no saben muy bien cómo.
Al terminar la primera clase, no saben si les gusta o no, la mayoría dice con un gesto de incredulidad y desaliento: “pero, ¿y esto realmente relaja?”. Cualquiera de nosotros, convencidos y apasionados por lo que hacemos, diríamos un rotundo ¡por supuesto! Pero vayamos más allá y entendamos por qué, o mejor aún, en cuánto tiempo. Empecemos por entender por qué estamos tensos o estresados.
A grandes rasgos se puede ver que estamos estresados, porque no estamos integrados. Nuestras intenciones, expectativas, deseos y acciones, van en direcciones opuestas y generan fuerzas contrarias, lo que produce pequeñas dosis de insatisfacción, que terminan acumulándose.
Nos imponemos, convencidos de que otros nos imponen, un ritmo precipitado en el que no se vive el momento. Se está haciendo algo, pero la mente está en lo que se hará después. Hay una sucesión constante de desacuerdos entre lo que se hace en el momento, lo que la mente piensa que se va a hacer y lo que la intención busca a largo plazo.
Así que vamos dejándonos transcurrir sin estar integrados en una unidad. Es como si una embarcación tuviera más de una vela y todas se colocaran en direcciones contrarias, por mucho que nos movamos, las bajemos o las icemos, el velero no se moverá. A menos que las orientemos todas en el mismo sentido, no podremos aprovechar la fuerza del viento y sólo conseguiremos un profundo cansancio.
Nosotros somos como ese velero y cada una de nuestras velas son los recursos necesarios para hacer cualquier arte marcial, es decir, la concentración, la respiración, la memoria, la coordinación... Cuando se empieza con una disciplina marcial nos podemos sentir terriblemente torpes. Con el Tai Chi esto se más evidente debido a la cantidad de movimientos en los que la coordinación es fundamental. Muchas veces los brazos se mueven distintos, desasociados, pero con el mismo ritmo.
Encontrarnos con esta dificultad puede ser frustrante. No sólo por toparnos con una habilidad que no tenemos, sino porque, de pronto, se nos hace evidente que estamos totalmente descoordinados. No sabemos respirar, nos cuesta mover nuestro propio cuerpo con armonía, no sabemos dejarnos llevar... Parecemos extraños dentro de nosotros mismos.
En el libro “La Historia Sin Fin” de Michael Ende, el guerrero Atreyu debía superar muchas pruebas. Una de ellas era demostrar su valor mirándose en un espejo de la sinceridad. El espejo devolvía su imagen, no como él creía que era, sino como era en realidad. Muchos falsos guerreros huían despavoridos al ver sus defectos. Sólo él tuvo el valor de verse a sí mismo, lleno de imperfecciones y continuar.
Así somos ante el Tai Chi. Antes de ser un remanso de armonía y relajación, se presenta ante nosotros como un cruel espejo, confrontándonos con limitaciones que ni siquiera sospechábamos. Sólo aquellos que tengan el valor de admitirlo y la fuerza para superarlo llegarán a ejecutar este arte como una unidad. Cuando la unidad de movimientos respiración, intención y técnica vayan haciendo un todo, empezaremos a relajarnos, o mejor aún, a sentirnos con mucha más fuerza vital. (La relajación es una palabra engañosa, pero ese es otro tema).
Por eso, a todos los que busquen relajarse les sugiero valor y una alta dosis de paciencia.
Suerte y armonía en tu práctica.
Al terminar la primera clase, no saben si les gusta o no, la mayoría dice con un gesto de incredulidad y desaliento: “pero, ¿y esto realmente relaja?”. Cualquiera de nosotros, convencidos y apasionados por lo que hacemos, diríamos un rotundo ¡por supuesto! Pero vayamos más allá y entendamos por qué, o mejor aún, en cuánto tiempo. Empecemos por entender por qué estamos tensos o estresados.
A grandes rasgos se puede ver que estamos estresados, porque no estamos integrados. Nuestras intenciones, expectativas, deseos y acciones, van en direcciones opuestas y generan fuerzas contrarias, lo que produce pequeñas dosis de insatisfacción, que terminan acumulándose.
Nos imponemos, convencidos de que otros nos imponen, un ritmo precipitado en el que no se vive el momento. Se está haciendo algo, pero la mente está en lo que se hará después. Hay una sucesión constante de desacuerdos entre lo que se hace en el momento, lo que la mente piensa que se va a hacer y lo que la intención busca a largo plazo.
Así que vamos dejándonos transcurrir sin estar integrados en una unidad. Es como si una embarcación tuviera más de una vela y todas se colocaran en direcciones contrarias, por mucho que nos movamos, las bajemos o las icemos, el velero no se moverá. A menos que las orientemos todas en el mismo sentido, no podremos aprovechar la fuerza del viento y sólo conseguiremos un profundo cansancio.
Nosotros somos como ese velero y cada una de nuestras velas son los recursos necesarios para hacer cualquier arte marcial, es decir, la concentración, la respiración, la memoria, la coordinación... Cuando se empieza con una disciplina marcial nos podemos sentir terriblemente torpes. Con el Tai Chi esto se más evidente debido a la cantidad de movimientos en los que la coordinación es fundamental. Muchas veces los brazos se mueven distintos, desasociados, pero con el mismo ritmo.
Encontrarnos con esta dificultad puede ser frustrante. No sólo por toparnos con una habilidad que no tenemos, sino porque, de pronto, se nos hace evidente que estamos totalmente descoordinados. No sabemos respirar, nos cuesta mover nuestro propio cuerpo con armonía, no sabemos dejarnos llevar... Parecemos extraños dentro de nosotros mismos.
En el libro “La Historia Sin Fin” de Michael Ende, el guerrero Atreyu debía superar muchas pruebas. Una de ellas era demostrar su valor mirándose en un espejo de la sinceridad. El espejo devolvía su imagen, no como él creía que era, sino como era en realidad. Muchos falsos guerreros huían despavoridos al ver sus defectos. Sólo él tuvo el valor de verse a sí mismo, lleno de imperfecciones y continuar.
Así somos ante el Tai Chi. Antes de ser un remanso de armonía y relajación, se presenta ante nosotros como un cruel espejo, confrontándonos con limitaciones que ni siquiera sospechábamos. Sólo aquellos que tengan el valor de admitirlo y la fuerza para superarlo llegarán a ejecutar este arte como una unidad. Cuando la unidad de movimientos respiración, intención y técnica vayan haciendo un todo, empezaremos a relajarnos, o mejor aún, a sentirnos con mucha más fuerza vital. (La relajación es una palabra engañosa, pero ese es otro tema).
Por eso, a todos los que busquen relajarse les sugiero valor y una alta dosis de paciencia.
Suerte y armonía en tu práctica.
Por Carmina Barreiro
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